ENTREVISTA A NUESTRO PATRIOTA







ENTREVISTA A MANUEL BELGRANO


1.           Conocemos que usted nació y creció en la provincia de Buenos Aires, junto a sus padres y a sus doce hermanos, hasta su partida a Europa, ¿Podría contarnos un poco más de esto? ¿Cuándo comenzó su amor a la patria y el sentimiento de revolución? 

Como mencionaron ustedes, tengo 12 hermanos, y nací el 3 de junio de 1770, en Buenos Aires. Mis padres fueron Domingo Francisco María Cayetano Belgrano Peri, un gran comerciante italiano, y María Josefa González Casero. De mi madre heredé el amor por la tierra americana, y el fervor religioso, y de mi padre el deseo y ambición de prosperidad, y su espíritu mercantil. Vengo de una familia muy numerosa, y también religiosa. 

Cursé las primeras letras en Buenos Aires, en el Colegio Real de San Carlos, y luego, a mis 16 años, mi padre me envió a España para instruirme en el comercio. Allí fui a la Universidad de Salamanca, donde me matriculé y gradué de abogado en Valladolid en 1793. Al finalizar mis estudios de Derecho, comencé a sentir interés por las nuevas ideas económicas, debido a las noticias de Francia y su revolución, filtradas a pesar de la rigurosa censura, y las discusiones de los cenáculos madrileños donde se hablaba de los fisiócratas. 

Mi amor por la Patria siempre estuvo, desde mi infancia, pero aumentó durante mis años en Europa. Cuando llegué a la Argentina y vi todo lo que estaba sucediendo, comencé a creer que nos merecíamos más. Durante mi estadía en España pude observar los innumerables privilegios para los reyes y las injusticias que había, y así fue que mi sentimiento de la revolución comenzó a ser aún más fuerte. 

2. ¿Podría contarnos sobre sus años de vida en España?

Durante mis años en Europa, además de estudiar abogacía, pude leer toda clase de literatura prohibida, gracias al Papa Pío VI, quien me permitió una autorización. Es así que me dediqué a leer a ciertos autores como Montesquieu, Rousseau, Voltaire, para seguir formándome académicamente. Además, estudié inglés, italiano y francés, y también economía política y derecho público.  

Es en España donde comencé a cultivar pensamientos revolucionarios, ya que me encontraba influenciado por las ideas de la Revolución Francesa, como dije anteriormente. Orienté mi desempeño en la vida política hacia las necesidades fundamentales de todo pueblo: soberanía política, económica y posesión de los territorios que explotaban a partir del trabajo. Comencé a creer en el desarrollo a partir de las industrias, la producción y el comercio de bienes dentro de un marco justo que beneficiara al pueblo en su conjunto.

Ya cerca a la hora de regresar, a fines de 1793, recibí una comunicación oficial en la que se me anunciaba haber sido nombrado secretario perpetuo del Consulado que se iba a crear en Buenos Aires. En febrero de 1794 embarqué para mi ciudad natal, y es así, a mis veinticuatro años de edad, que iniciaba mi actuación pública.

3.  Su rol como secretario en el Consulado, ¿Le ayudó a poner en marcha sus ideas de desarrollo para el pueblo argentino?   

¡Por supuesto! Cuando llegué a Buenos Aires, estaba muy dispuesto a consagrarme a mis obligaciones, y poder aplicar mis conocimientos teóricos que había alcanzado en Europa, para comprender la realidad y tender a su transformación.

Durante mi cargo en el Consulado, me ocupé de tratar de reformar los abusos del comercio exterior y fomentar el interno, facilitando la navegación fluvial e insistiendo en la construcción de nuevos caminos. Busqué fomentar la agricultura, el comercio libre, y el desarrollo y protección de la industria nacional.

Además, me enfoqué en la educación, y propicié la creación de una Escuela Práctica de Agricultores y otra de Comercio, y creé la Escuela de Náutica, la Academia de Dibujo, Arquitectura y Perspectiva, y otra de Matemáticas. También, propicié la educación de las primeras letras a través de escuelas gratuitas y la enseñanza de oficios, y me interesé por la educación de la mujer.

4.           Tras su renuncia al Consulado, al no estar de acuerdo con su juramento de lealtad a los británicos en 1806, participó usted en las segundas invasiones inglesas en 1807, ¿Cuál fue su intervención en dicho enfrentamiento? 

Cuando las tropas inglesas comandadas por Beresford ocuparon Buenos Aires, en 1806, exigieron a todas las autoridades que prestaran juramento de lealtad. El Consulado en pleno accedió a la demanda inglesa, pero yo me opuse rotundamente y marché hacia la Banda Oriental, para no jurar obediencia a los invasores.

Confieso que me indigné; me era muy doloroso ver a mi patria bajo otra dominación y sobre todo en tal estado de degradación que hubiera sido subyugada por una empresa aventurera; cual era la del bravo y honrado Beresford, cuyo valor admiro y admiraré siempre en esta empresa. 

Al enterarme de que el pueblo había reconquistado Buenos Aires, regresé a mi ciudad y me uní a las fuerzas organizadas por Santiago de Liniers, para participar en la próxima invasión, ya que se esperaba que los británicos atacarían nuevamente.

Decidí tomar lecciones básicas sobre milicias y el manejo de las armas, durante varios meses, para estar bien preparado para defender a mi amada patria. Hasta que, en 1807, las tropas británicas desembarcaron en las inmediaciones de la Ensenada de Barragán, y allí actué en la defensa de mi ciudad como Ayudante de Campo del Cuartel Maestre General Balbiani.

Nuevamente eran vencidos los ingleses, y los criollos, artífices del triunfo, tomaban conciencia de sus fuerzas. La crisis del sistema colonial español aceleraba la posibilidad de nuestra independencia.

5.           ¡Qué gran participación! como la que tuvo posteriormente en la semana de la Revolución de Mayo, ¿Podría contarnos su aporte en ella? 

La Revolución de Mayo se llevó al cabo de varios días, fue todo un proceso. El 14 de mayo llegaba la noticia al puerto de Buenos Aires de que se había disuelto la Junta Suprema Central, ya que la ciudad de Sevilla había sido tomada por los franceses, quienes dominaban casi toda la Península. El Virrey, enterado de los acontecimientos, estaba en una incómoda posición y apeló al único arbitrio que le quedaba: anticiparse en parte a los deseos del pueblo, para prevenir por este medio la revolución, y retrasarla si era posible. En consecuencia, publicó todas las noticias venidas de España.

El día 18 de mayo me presenté, junto a Cornelio Saavedra, ante el Alcalde de primer voto y Juan José Lezica, para pedirle la convocación a un Cabildo Abierto. El día 20 de mayo al mediodía, se presentó el alcalde Lezica en el despacho del Virrey y le informó que el pueblo estaba en convulsión, propalando la voz de que el gobierno de España había caducado. Ese mismo día el virrey convocó a todos los comandantes y le explicamos que el gobierno que antes nos mandaba ya no existía, de esta forma se pide el cabildo abierto. 

Tres partidos se encontraron frente a frente en la asamblea popular del 22 de mayo, el metropolitano, conciliador y el partido patriota. Cada uno cumplía un rol, el mío era hacer la señal con un pañuelo blanco en el caso de que se tratase de violentar la asamblea. Mi voto fue por el reemplazo del virrey, y esta terminó siendo la propuesta vencedora, digamos que mi actuación fue central, tanto en lo personal como en mi rol de jefe del carlotismo. 

El 25 de mayo fui elegido vocal de la Primera Junta de Gobierno, junto con otros dos carlotistas, Castelli y Paso.

6.           Su participación en la Revolución de Mayo, ¿Lo inspiró a crear un emblema propio que nos distinguiera de los españoles? 

Claro que sí, mis ideales independentistas y revolucionarios eran cada vez más fuertes. 

Me parecía absurdo que mis soldados siguieran usando distintivos españoles por lo que solicité y obtuve permiso para que usaran una escarapela. Quería que llevasen al combate un símbolo propio que les recordase su juramento de ofrendar la vida por su patria.

Por decreto del 18 de febrero de 1812, el Triunvirato creaba, según mi diseño propuesto, una escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata de dos colores, blanco y azul celeste, quedando abolida la roja.

Yo seguía empeñado en avanzar en el camino hacia la libertad, entonces el 27 de febrero de 1812, inauguré una nueva batería a orillas del río Paraná, a la que llamé Independencia. Allí hice formar a mis tropas frente a una bandera que había cosido doña María Catalina Echeverría, una vecina de Rosario. La bandera tenía los colores de la escarapela, y ordené a mis oficiales y soldados jurarle fidelidad diciendo “Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad.”

Al enterarse el Triunvirato de mi decisión de crear una bandera propia, reaccionaron inmediatamente y me prohibieron utilizarla, ordenando que la ocultara disimuladamente y que la reemplazara por la usada en el fuerte de Buenos Aires, la rojigualda, que se me envió. Pero no me enteré de esto hasta varios meses después, y seguí usando la bandera nacional que fue bendecida el 25 de mayo de 1812 en la Catedral de Jujuy por el sacerdote Juan Ignacio Gorriti. 

En octubre de 1812 caía el Primer Triunvirato y las cosas comenzaban a cambiar. El Segundo Triunvirato, bajo la influencia de la Logia Lautaro creada por San Martín y la Sociedad Patriótica dirigida por Bernardo de Monteagudo, dio un nuevo impulso a la guerra revolucionaria. 

Finalmente, pude hacer jurar la bandera por mis tropas a orillas del río Pasaje.

7.           Ese mismo año usted participó en las batallas del norte argentino ¿Cómo fue su actuación en ellas?

A fin de dificultar el avance del ejército español le pedí al pueblo jujeño que abandonaran sus hogares, sus cosechas, que arriaran sus animales, que se llevaran la mayor cantidad de pertenencias posibles, con el fin de dejar zonas desgastadas para el enemigo. 

En cuanto a las batallas de Salta y Tucumán, Buenos Aires me había pedido que me marchara a Córdoba tras posibles invasiones de Realistas, pero el pueblo del norte me pidió que me quedara y así lo hice. Defendí el norte de las fuerzas españolas y ganamos las dos batallas. 

8.  Luego de las derrotas en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, ¿Cómo fue el encuentro con San Martín en Yatasto? 

Encontrarme con un hombre de gran calibre como San Martín, por un lado, me produjo gran alivio, ya que comenzaba a tornarse difícil sostener el descontento general, y por el otro, sabiendo que por mandato de Buenos Aires debía sustituirme como general al mando, me produjo gran melancolía por el poco tiempo que me quedaba junto a mis hombres. 

Yo desde mediados de diciembre había solicitado mi relevo del mando; sabía bien que la derrota exige siempre su tributo. Acepté, entonces, sin vacilaciones, entregar el mando a San Martín, y permanecer con él en grado de coronel. San Martín, atribuyendo su gran estima hacia mí, dilató mi partida para no herirme. De igual modo, el gobierno, por intermedio de Rodríguez Peña, insistió en que debía hacerse cargo del mando y separarme de mi ejército. El 29 de enero, le comunicó al ejército la designación del nuevo jefe y permanecí bajo las órdenes de San Martín hasta el 1° de marzo.

9.           Tras haber luchado por tanto tiempo, ¿Cómo fue el momento de la Declaración de la Independencia? 

El contexto internacional era sumamente complejo. Para 1816, España se había liberado de los franceses, el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los territorios americanos que estaban en manos de los revolucionarios. Así, el ejército realista comenzó a avanzar victoriosamente por toda la región derrotando a buena parte de los movimientos independentistas americanos.

A partir de ese momento, sabiendo que toda la lucha que habíamos hecho podría perderse, las Provincias Unidas se reunieron en un congreso para decidir qué hacer ante esta crítica situación. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica sesionó en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias cuyas relaciones estaban deterioradas. Cada provincia eligió un diputado. 

El lugar elegido para el Congreso fue la casa de una importante familia local, la de Francisca Bazán.

Las sesiones se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de diferentes provincias. Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, no participaron del Congreso porque estaban enfrentadas con Buenos Aires y en ese entonces integraban la Liga de los Pueblos Libres junto con la Banda Oriental, bajo el mando del Gral. José Gervasio Artigas.

Lo fundamental del congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes de las provincias firmaron la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, a lo que luego se añadió “y de toda otra dominación extranjera”. De este modo, desde el proceso político iniciado en 1810 con la Revolución de Mayo, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de emancipación.

Firmar la Independencia fue un comienzo de varias luchas y sangre derramada por el amor a la patria. 

10.  Por último, ¿Cuál cree usted que fue su legado para el pueblo argentino?

Considero que mi gran legado, además de mi participación en acontecimientos que marcaron un antes y un después para nuestra Patria, fue mi ejemplo a la hora de asumir el deber que se me demandaba en mi realidad concreta. 

Toda mi vida intenté ser un hombre capaz de dar respuesta a las circunstancias de mi tiempo, guardando mi puesto con fortaleza pese a las dificultades que se me presentaron. Pensé siempre que la soberanía política y social de los pueblos debía estar por encima de cualquier dominación y sometimiento. Quise mejorar la situación social, mediante la educación, y fui pionero de la educación pública con ideas y esfuerzos constantes por difundir los principios de libertad y por desterrar la corrupción y la opresión.

Para lograr esto, comencé a defender a mi Patria en su escala más chica. Las invasiones inglesas me dieron la posibilidad de luchar por mi provincia natal, Buenos Aires.  Luego, en mi ímpetu por lograr un país independiente, asumí tareas urgentes como las de aquel famoso 25 de mayo cuando me designaron vocal de la Primera Junta. 

Fui promotor del rol social de las mujeres dándoles protagonismo, un ejemplo de ello fue cuando realicé un ejército de mujeres para la batalla de Tucumán y nombré capitana a María Remedios Del Valle una mujer afrodescendiente. Animé la industria, protegí el comercio y fomente la agricultura.

Servir a la Patria era mi gran añoranza, todas mis acciones fueron realizadas totalmente con ese fin. Ejemplo de ello fue: el aceptar un cargo militar, aunque fuera abogado, mis reflexiones como secretario del consulado en cuanto a la economía, mi plan político de 1808 para emancipar al Río de la Plata, la creación del periódico “El telégrafo Mercantil”, el cual me permitía expresar mis ideas al pueblo y alentarlo a la revolución. 

Por último, mi pensamiento a la hora de crear la bandera era contar con un emblema que distinguiera al ejército nacional de las tropas enemigas y también para que diferenciara al país naciente de todas las naciones. La bandera es mi legado histórico y más conocido, que día a día nos recuerda nuestra identidad y representa a todos los que luchamos por un país libre e independiente. 

-   Muchas gracias Manuel Belgrano por su tiempo, pero, sobre todo, gracias por sus grandes aportes a nuestra Patria, y por luchar por la independencia de nuestro país, y la de los demás países de América del Sur. 

 


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